Hace exactamente cuatro días
estuvimos charlando varios amigos (alumnos y monitor de teatro), al finalizar el ensayo que habíamos tenido y nos gustó tanto que hizo nos quedáramos hablando de cosas de la vida. Ese día tocó hablar de la religión, de la fe de algunas personas, y de la existencia
o no de un dios creador omnipotente y director de cada una de las
cosas que ocurren en la vida... Todo empezó por el agradecimiento de
una alumna (Maricarmen) a las circunstancias que se habían dado en su vida para estar, ahora, dando clases en varios talleres de la Universidad Popular, y
de la labor que en ésta se presta a tantísima gente que, además de aprender, realizan una terapia de entretenimiento y de
relación social entre las personas. De haber conocido a una amiga suya que la puso en contacto con los médicos que la operaron, después de padecer una grave enfermedad y de haber sido intervenida
quirúrgicamente, salvándola del desahucio al que fue declarada por
otros médicos... Agradecía por igual a su amiga, como a los médicos que la
intervinieron y a su "dios" por haberlo hecho posible... Cada cual opinó
sobre el particular y de lo que a ellos mismos o a sus familiares les había ocurrido, así como lo que pensaban sobre la
intercesión divina, en este caso y en el de los suyos propios. Casi todos
coincidieron en la creencia de la existencia de "una mano divina", de un ser superior, por encima de todas las cosas o algo así, que dirigiese los pasos de todas estas personas hasta que ocurre el desenlace y el resultado final, favorable de lo que le
acontecido.
En mi turno, hablé por pura convicción, de las "circunstancias", de como se dan en la vida una serie de "coincidencias", que "confluyen" y que, desde otra perspectiva, desde mi punto de vista se puede decir que son eso: simplemente "coincidencias". Una correlación de hechos que
llevan a moverse, a dar pasos en la dirección correcta y resolver, positivamente, esa serie de hechos que, de no hacerlo, resultaría lo contrario o,
al menos, un resultado distinto.
De cómo puede agradecerse, a la vez, a una persona en concreto (su amiga), a los médicos (los cirujanos) y a la intervención divina (Jesús, la virgen o dios) por converger
éstos en la afortunada consecución y solución de su caso. Y en cambio, no se entienda o no se vea como una actitud positiva (la suya) aprovechando la amistad (de aquella amiga) y el conocimiento de unas
personas (los médicos), y se atribuye a la intercesión de "dios”, o de
aquellos otros de la que es devota: La virgen del carmen, de “su
hijo”, el concebido por la "gracia divina"; de su propia vida, su
muerte..., y resurrección, según las escrituras...; de la escenificación en la calle, del
lujo, del oro, del negocio, del fanatismo, incluso del radicalismo --diría yo-- como la de algunas celebraciones como la del santuario del “rocío”... Tanta devoción para luego no
acordarse, lo más mínimo, de lo que dice su controvertida doctrina. La falta de verdad, de pruebas y la fe. De luchas
intestinas y de guerras santas, de robos y saqueos, de reinados apostólicos por más de dos siglos... y de su continuación haciendo de las suyas: "pederastia, abusos sexuales a mujeres y hombres." De negocios bancarios,
mafias y extorsiones. De grupos sectarios cerrados y combativos contra
las reformas, las denuncias o la perdidas de "sus parcelas de poder" dentro
del Vaticano, la única ciudad-estado en el mundo del reino de "Dios", dirigida por los autodefinidos "representantes de dios en la tierra", esos religiosos del "catolicismo, apostólico y romano" del cristianismo, su dios, como el único y verdadero...
La creación del universo, y su continua evolución, el conocimiento científico; su continua transformación en el tiempo infinito, de los descubrimientos de la física, de la composición química de los llamados cuerpos celestes, de la distancia infinita, medida en millones de años luz, de la grandeza tan impresionante comparada y en contraste con la vida, tanto humana como animal, desde su génesis, enormes hasta los más microscópicos, conocidos o por conocer. Esa fuerza inmensa, viva y transformadora constante que es lo que existe, comprobado, tangible y demostrado. ¿Es eso lo que puede ser dios?
Y hoy aparece en el periódico digital "Diario Progresista" (18/02/13), que viene a ampliar lo, allí, dicho.
""¿A
alguien le importa? pero lo digo: Soy ateo, no creo en ningún ser
sobrehumano, ni sobrenatural, que controle los destinos de los seres
vivos y muertos aquí en la Tierra, ni fuera de ella; que imparta
castigo y justicia divina, ni nada por el estilo. En otras palabras,
no creo en dios, ni en sus actos, ni en sus obras, ni en su historia,
ni en su hijo, ni en su madre, ni en todos los santos, ni en lo que creen los que creen, ni en ninguna paloma santa; dicho con todos los
respetos.
No es que diga que no lo se, que puede que sea, o admita la
probabilidad de la existencia de una fuerza o energía, espíritu
vital o luz omnipotente, no: es que no lo creo. Fui creyente en otros
momentos de mi vida, allá por mi adolescencia juvenil, hasta que
pensé; y entonces supe que no era posible y además no podía ser.
También es cierto, que hoy, tras muchos años desde entonces, he
dejado de creer en algunas humanidades. Y de la iglesia católica no
creo nada: por lo que representa, por lo que dicen, por lo que hacen,
por cómo lo hacen, por lo que dicen que hacen, por lo que no dicen y
hacen.
Benedicto XVI volverá a ser Joseph Ratzinger. Ha presentado
la renuncia, por razones de salud. No tiene fuerzas para continuar
siendo el representante de dios en la tierra. Como hombre de ideas
integristas e inteligente, ha sufrido una crisis espiritual; se ha
dado cuenta, y ha dejado de creer, por las fuerzas, en su papel. Ser
representante, no de una deidad cualquiera, sino del "único
dios verdadero", tiene que ser una carga de altura, e insufrible
dirigir una organización, con más de dos mil años de historia e
intrigas. Con este acto ha mostrado su desapego al poder terrenal y
hace perder al cargo del "aura santa" que le envolvía.
Estoy sintiendo simpatía por el anciano sacerdote.
El llamado santo padre, no ha sabido o podido dar respuesta,
a los graves problemas que tiene la organización. "La barca que
hace aguas", que basa su poder en la fe, la tradición y el
misterio, sufre además luchas internas, rivalidades, corrupción,
prevaricación y mala gestión en la administración vaticana,
banqueros corruptos, escándalos pedófilos, alejamiento de las
necesidades de la gente y de la realidad social. Ha dado "respuestas
del pasado a preguntas del presente", en palabras de Juan José
Tamayo. ¿Ha sido una víctima de las turbias intrigas de los cuervos
vaticanos?
El mandato de Benedicto XVI ha tenido claroscuros, con
tocados vistosos, zapatos rojos, y muchas obsesiones: la sexualidad y
el preservativo, la reproducción asistida, el matrimonio
homosexual y el aborto, "opuestos al bien común". Ha
afirmado que el único matrimonio respetable es el "indisoluble"
entre un hombre y una mujer. Más permisivo ha sido con los curas
pedófilos y los delitos de abusos sexuales con menores, aunque
terminó reconociendo que el Vaticano no había sido "vigilante,
veloz y decisivo". Una discreta justificación, propia de tan
suave figura.
Otro caballo de batalla del papado, ha sido el ataque a la
eutanasia y a la muerte digna, como "falsa solución al
sufrimiento impropia del ser humano", dice. Cuando era cardenal,
afirmó: "Eutanasia es matar a un hombre y ser matado no es una
muerte digna". Para él solo la muerte natural es muerte digna.
A su espalda la historia de la iglesia y sus actos poco humanitarios,
que hoy muchos serían considerados criminales.
Como la iglesia se mete en todo, aunque no le competa,
Ratzinger dijo en una de sus visitas a España: "ha nacido una
laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo como
se vio en la década de los años treinta", refiriéndose a la
Segunda República, y a la política seguida en España por aquellas
fechas. No recordó a las víctimas del franquismo, que lo fueron, con
la complicidad de la iglesia de entonces. Esa organización no
tendría el perdón del dios en el que dicen creer. Suerte que ya no
tiene poder para llevar a la hoguera a los ateos, pero sigue quemando
lo que toca.
"La mayor fábrica de ateos son las religiones",
dice Eugenia Biurrun, de Iniciativa Atea; y en España las personas
no creyentes -ateos, agnósticos e indiferentes a la religión-, han
experimentado un espectacular crecimiento en los últimos diez años,
situándose en el 25% de la población (barómetro CIS 2010). El
nivel económico y educativo, son factores determinantes (Índice
Global sobre Religión y Ateísmo de Gallup International). La
población con menos ingresos económicos, es más religiosa que la
que tiene más; y los que se consideran de derecha, junto con
los menos instruidos, son los que más creen.
Los países más empobrecidos o en vías de desarrollo son
más religiosos: Gana, Nigeria, Armenia, Fiyi y Macedonia (9 de
cada 10 habitantes practican algún tipo de religión). Lo que tienen
una mayor población atea son: China 47%; Japón 31%; República
Checa 30%; Francia 29%; Corea del Sur 15%; Alemania 15% y Holanda
14%. Por regiones, la más religiosa es África, con un 89% de
población creyente, seguida de América Latina, con un 84%. Son
datos que ilustran el panorama.
El ateísmo es un valor de referencia en la organización de
mi vida personal, familiar, social y política. Para encontrar la
armonía con el pensamiento, es vital la consecución de un Estado
verdaderamente laico, en la defensa de los derechos civiles y las
libertades ciudadanas, con una idea, una ética, una moral, unos
valores sociales y unas normas de conducta ateas, democráticas y
tolerantes.
El ateísmo es la representación de la defensa de la
libertad de pensamiento y expresión, la pluralidad y el derecho a la
difusión de todas las ideas y creencias (siempre que éstas sean
respetuosas con las personas y sus derechos). La neutralidad
religiosa del Estado en todos los ámbitos -en la enseñanza sobre
todo-, pasa por la abolición de los privilegios concedidos a
cualquier iglesia o confesión religiosa y supresión de toda
discriminación por motivos religiosos; y promover el progreso, la
justicia social y la solidaridad entre todos los ciudadanos.
Soy ateo porque es la base para un humanismo alejado de
dogmas y opresiones. Entre la fe en un dios imposible, escojo a la
humanidad imperfecta, libre de historias sagradas, de religiones y
sectas dominadoras. Lo que nos caracteriza a los ateos, no es tanto
la difusión de la idea -algo que queda en el ámbito de lo íntimo y
personal-, sino la defensa del laicismo: una sociedad sin ataduras de
índole religioso, en libertad y en igualdad de condiciones y
oportunidades. La conciencia social y la política unidas para el
bienestar general.
Soy ateo como expresión del reconocimiento a la razón y a
la libertad de conciencia. La religión no puede convertirse en
creencia probada y verdad inamovible, a través del poder
institucional, como pretenden algunos. La fe religiosa, es a fin de
cuentas, el acto de dejar de razonar. Soy ateo porque la razón es el
máximo atributo del ser humano.””
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